MONTPELLIER, una ciudad para perderse.

 

Montpellier, una ciudad para perderse
Redacción y fotografía: Irene Sebastián

Montpellier no es en absoluto una ciudad con monumentos impresionantes, de esos que te dejan con la boca abierta y que cuando te vas crees que no les has hecho suficientes fotos. Montpellier es una ciudad para pasear, para recorrer cada una de sus calles una y mil veces y sorprenderte con el arte que se respira en cada rincón, en cada plaza escondida, en cada terraza tomándote una copa de vino, en cada pastelería o tienda de barrio, cada cual más extravagante y con más encanto que la anterior.

Toda visita a la ciudad debe comenzar por la Place de la Comédi. Es el centro neurálgico de la y donde siempre se respira vida. Da igual la hora, el día o el mes, siempre vas a poder encontrar un concierto improvisado, mercadillos de flores, jóvenes alrededor de la Fuente de las Tres Gracias o niños corriendo alrededor del Tiovivo.

El arte ocupa también un sitio importante en esta plaza. La Opera Comédi es el imponente edificio que corona la plaza y que le da nombre. Además se encuentran los cines Gaumont, en el que es uno de los edificios más fotografiado de la ciudad. Aunque uno de los mejores lugares para disfrutar del cine francés es la Salle Rabelais, antigua Salle Pathé y el primer cine que se abrió en Montpellier, en el año 1909.

Este cine se encuentra a pocos pasos de Comedi, frente a uno de los jardines más importantes de la ciudad: L’Esplanade. Es el lugar perfecto en el que hacer un picnic, descansar después de haber paseado o para tomar algo en alguna de las terrazas. En esta misma zona se encuentran el Museo Fabre y el Corum.

Callejeando por detrás del museo se puede disfrutar de las distintas facultades o de plazas en las que, si levantas un poco la mirada, puedes ver bicicletas atravesando las paredes o edificios cuya fachada ha sido un lienzo de artistas que han recreado la vida de la calle. Y es que Montpellier es una ciudad en la que el arte cobra vida, en la que en cada rincón algún artista local ha puesto su sello.

Llegar a la Catedral de Saint-Pierre es muy fácil, pero es difícil irse de su puerta principal. Es de estilo gótico meridional y lo que más sorprende es su pórtico: un imponente porche sostenido por dos grandes torres circulares que crean la ilusión de entrar en una fortaleza medieval. Junto a la Catedral se encuentra la Facultad de Medicina más antigua del mundo, fundada en 1220.

El lugar perfecto para hacer un alto en el camino es Le Palace Royale du Peyru. Desde este jardín se pueden disfrutar de una de las mejores vistas de Montpellier. Además desde él se puede ver el Acueducto de Saint Clement, construido en 1754 y que ha permitido el abastecimiento de agua potable a Montpellier desde entonces. Frente a este jardín se encuentra el Arco del Triunfo de la ciudad.

Uno de los sitios obligatorios en los que perderse es el Jardin des Plantes. Es un jardín botánico situado a escasos metros del Palace Royale du Peyru. Especies de todo el mundo, desde un bosque de bambú hasta un invernadero lleno de Cactus y flores exóticas viven en el que es el jardín botánico más antiguo del Francia (1593).

Volviendo a la Place de la Comédi es casi inevitable (y aconsejable) callejear. Los dos mejores barrios para ello son el Sainte-Anne y Saint Roch Son estas calles las que dan vida y color a Montpellier. Están repletas de bares, terrazas siempre llenas de gente, pastelerías con crêpes de chocolate recién hechos y tiendas en las que entrar y perderse a mirar cuadros, libros de segundo mano o fotografías antiguas.

En el barrio de Sainte-Anne se encuentra el Carré de Sainte-Anne, una antigua iglesia transformada en sala de exposiciones, el Conservatorio de Música y talleres de lutiers que trabajan en la fabricación de instrumentos. En el barrio de Saint Roch se encuentra la iglesia que recibe el mismo nombre que el barrio, en honor al patrón de Montpellier.

De vuelta en Comédi no se puede olvidar visitar el barrio de Antigone, una de las zonas más turística de la ciudad. Fue diseñada por el arquitecto español Ricardo Boffil en el año 1978. Tras pasear por sus plazas y fuentes se llega a Place de l’Europe, desde donde se ve el ayuntamiento de la Montpellier.

Montpellier es una ciudad especial. Es cierto que no es la ciudad más bonita de Europa. Ni si quiera de Francia. Pero no lo necesita. Montpellier es arte en cada esquina, es juventud, es luz, es cultura, son las risas y las canciones de los grupos de jóvenes que se juntan en la calle a cantar, es un buen vino en una terraza del barrio de Saint-Roch, es un libro en lo alto del Palace Royal du Peyru, es tranvías decorados, son calles con farolillos y banderines siempre colgados de las terrazas. Montpellier es una ciudad para vivirla con cinco sentidos.

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